domingo, 18 de abril de 2010


Esa mujer era un volcán al borde de la erupción, con una líbido de magma ígneo y un corazón de santa -dijo, relamiéndose-. Por establecer un paralelismo veraz, me recuerda a mi mulatita en La Habana, que era una santera muy devota. Pero, como en el fondo soy un caballero de los de antes, no me aprovecho, y con un casto beso en la mejilla me conformé. Porque yo no tengo prisa, ¿sabe? Lo bueno se hace esperar. Hay pardillos por ahí que se creen que si le ponen la mano en el culo a una mujer y ella no se queja, ya la tienen en el bote. Aprendices. El corazón de la hembra es un laberinto lleno de sutilezas que desafía la mente cerril del varón trapacero. Si quieres usted de verdad poseer a una mujer tiene que pensar como ella, y lo primero es ganarse su alma. El resto, el dulce envoltorio mullido que le pierde a uno el sentido y la virtud viene por añadidura.

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